Alicia y Manuela daban el paseo acostumbrado de cada mañana, era el último día de sus vacaciones y sentían aquella triste sensación de los adolescentes cuando una etapa feliz termina, no sabían cómo parar el tiempo. Las mañanas eran dedicadas a las caminatas por la arena, y jugaban en el mar, ajenas a todo lo que les ocurriría. Decidieron caminar descalzas por todo el malecón, sin importar las vidrios rotos que encontraran en el camino “será nuestra preparación para la vida” dijo Manuela con una risa sádica y comenzaron el calvario impuesto por ellas.
La gente las miraba con desprecio, era un malecón donde sólo circulaban delincuentes, prostitutas y ambulantes quienes no habían tenido tiempo de cometer locuras propias de su edad ya que pertenecían a un nivel distinto al de ellas y veían esa reacción tan inoportunamente estúpida en un momento como ese. Había ocurrido la tragedia más grande en los últimos diez años, y no por un desastre natural sino provocado exclusivamente por el ser humano. La pequeña ciudad se hallaba muy consternada con el hecho, las calles estaban casi vacías y los que se aventuraban a salir de vez en cuando andaban muy callados, no hablaban unos a otros y no había el bullicio característico de una ciudad, aunque sólo haya sido una ciudad muy pequeña.
Manuela decidió que debían pasar ese último día libre juntas (ella siempre decidía) y le ordenó que fuera por sus cosas porque esa noche se quedarían en su casa y se trasnocharían y llorarían por lo que vendría. Alicia también pensaba que su tragedia era mayor que la de los demás y no era justo lo que sus padres hacían, no era justo lo que la ciudad entera hacía, “ellos” eran totalmente desconocidos y querían que todos olvidaran sus problemas por los suyos y se unieran a una causa común. Pero nadie podía quitarles esa sensación dolorosa que sentían, ese dolor tan egoístamente digno de su edad.
Ambas habían crecido juntas, se conocieron cuando aún usaban pañales y bebían leche del biberón, estuvieron presentes en los momentos más importantes de sus vidas, vivían una al lado de la otra, el primer día de clases la pasaron juntas, sobrevivieron a la secundaria juntas a pesar de sus incontables discusiones y peleas, atravesaban juntas una de las etapas más difíciles de la vida: La adolescencia. Compartieron esa rara sensación de ver crecer sus senos y no saber cómo recibir el primer brassier comprado por sus mamás, el primer dolor menstrual, la primera experiencia de colocarse una toalla higiénica y ese cambio rudo de vida que significó al principio, el ya no poder jugar bruscamente, el correr y saltar por las camas porque en cualquier momento la "cosa roja" se venía interminable y manchaba todo si el protector estaba fuera de su lugar. Al principio les pasaba esto muy seguido, así que tuvieron que permanecer quietas en esos días hasta que empezaron a perder el interés por aquellos juegos y comenzaron a preocuparse por su aspecto.
Manuela vio nacer la primera espinilla de Alicia y Alicia vio crecer el primer bello púbico de Manuela. Manuela llevó el primer kit de depilación de las dos y Alicia llevó el primer kit de maquillaje de las dos. Manuela empezó a vestirse con ropa más sugestiva y Alicia empezó a salir con chicos. Estuvieron siempre juntas y tuvieron la suerte de compartir la misma aula en sus 12 años de estudiantes y ahora iban a tener que separarse y verse menos porque estudiarían en academias diferentes Manuela había decidido estudiar Medicina y Alicia, que siempre la admiró pero nunca quiso superarla, decidió estudiar Enfermería, se habían preparado para ello todo el tiempo pero no pensaron en lo duro que sería. Su familia siempre les recordaban que no podían pasar todo el tiempo juntas, algún día tendrían que separarse y sabían que ese día llegaría cuando acabara la secundaria y en cierta forma sentían el apoyo de sus familias, de alguna forma las entendían y comprendían sus salidas, pero a raíz de todo lo ocurrido en la ciudad ellas habían pasado a un segundo plano y no soportaban que se les diera más importancia a gente desconocida que a “su” desdicha la que se veía venir desde que eran muy niñas y a la que ellos mismos las habían preparado.
Alicia venía pensando todo aquello cuando se dio cuenta que estaba ya en casa de Manuela, entró a buscar a Manuela con mochila en mano y notó que algo le pasaba, “ha ocurrido una tragedia en tan poco tiempo” pensó “qué podría ser peor que la situación actual”. Su entrañable amiga de la infancia empezó a tartamudear al intentar contarle las cosas. La conocía bien, algo muy grave tenía que ser, ella jamás lloraba y esta vez parecía que iba a hacerlo. Manuela tomó aire y le dijo que su mamá acababa de darle la noticia de que se mudarían, Alicia suspiró pensando que no era tan grave, y para consolarla le dijo “qué tan lejos podrías ir en esta pequeña ciudad, a cualquier lugar donde vayas yo estaré contigo”. Manuela no soportó más y lloró como un bebé, Alicia recordó aquella ocasión en que de niñas peleaban en el colegio y al sentirse harta de perder siempre las peleas gritó “Manuela tiene la frente tan amplia y redonda como la tierra” todos sus compañeros se acercaron a mirarla y empezaron a murmurar que era cierto la señalaban y reían de esa manera tan cruel que sólo a un niño se les es permitido. Luego dándole una palmada en aquella amplia frente agregó “ven? Yo lo descubrí ahora soy Cristóbal Colón”. Manuela se sintió tan humillada que lloró desconsoladamente y le dejó de hablar por un mes. Nunca olvidó que gracias a ella tuvo su primer apodo en la escuela “La frentuche”. Alicia se sintió mal, pensó que Manuela lloraba por su culpa otra vez. Intentó consolarla, pero ella la regresó a su casa, se había recompuesto y con todo el orgullo que llevaba dentro le dijo que quería estar sola, que se fuera. Alicia no entendía nada pero siempre la obedecía y más cuando se ponía así de soberbia, le tenía cierto temor cuando se convertía en esa chica dura e implacable, sabía que era allí cuando más la necesitaba, pero siempre fue cobarde y nunca supo cómo enfrentar su miedo a ella, y fue algo de lo que se arrepentiría toda su vida.
Alicia era una joven delgada de cabellos largos y ojos marrones un poco tímida a veces otras muy extrovertida, solía hacer lo que otros le pidieran no le gustaba los enfrentamientos, le aterrorizaba pensar que alguien pudiera estar hablando mal sobre ella a pesar de que casi siempre caía bien a los demás, pensaba que tenía un problema para hacer amigos pero no se daba cuenta que tenía la facilidad de entablar una conversación amena con cualquier desconocido, le había pasado en muchas ocasiones pero ella quería creer que no era buena sociabilizándose lo que la llevaba a contar con muy pocos amigos y se aferraba a Manuela, su amiga de siempre, la que, sin saber cómo ya la había convertido en su mejor amiga y ella no tuvo que hacer nada para agradarle. La admiraba mucho por su fortaleza, porque podía decidir por las dos, por eso le gustaba imitarla y respetar lo que decía. Alguna vez sintió una ligera envidia hacia ella porque tenía todo lo que le hubiera gustado tener pero, por su debilidad de carácter sólo se animaba a admirarla y por la lealtad de amigas no podía odiarla ni envidiarla malsanamente, desechaba todos aquellos malos sentimientos que a veces surgían al compararse con ella, hasta que un día se aceptó como era, una joven de carácter blando que si bien no demostraba fortaleza demostraba ternura y era una personalidad que también le gustaba y así dejó de sentir ese sentimiento del cual ella estaba segura que si no se deshacía iba a crecer con ella y convertirse en aquello que veía en su tía, esa maldad interminable que perseguía a su madre por haber forjado un futuro mejor que el suyo, y terminaría aborreciendo a Manuela. Pensaba que no era justo terminar odiando a alguien sólo porque siempre fue como tenía que ser y porque ella no pudo serlo. Por suerte para las dos Alicia había visto casos similares muy cerca de ella y sabía lo que no quería ser.
Le gustaba mucho el chico que caminaba siempre con uno de sus profesores y que al pasar por su lado no lograba saber si la miraba a ella o a Manuela aunque se inclinaba a pensar que miraba a Manuela, todos casi siempre miraban a Manuela. Ni Alicia ni Manuela tenían una belleza típica, pero cada una tenía algo especial que atraía a los demás, Alicia era alta y delgada, tenía los ojos sobresalidos y los pómulos un poco anchos pero tenía una sonrisa que daba armonía a su rostro. Era la última de tres hermanos y la engreída de papá, su familia no era tan acomodada como la de Manuela pero era una de las familias más pudientes de aquella pequeña ciudad.
Manuela no era tan alta pero su delgadez no era tan notoria, sus ojos eran de un marrón profundo, tenía verdaderamente una frente bastante amplia, lo que le valió ser el centro de las burlas gracias a Alicia, pero todo lo demás tenía armonía en ella, nada en ella era bonito si intentaban encontrar una sola cosa bella en su rostro, pero en conjunto formaban algo agradable a la vista, solía gustar a simple vista pero enamoraba profundamente al dejarse conocer. Solía atraer a los hombres por su autosuficiencia y seguridad; a veces, hasta las chicas se sentían atraídas por tanta fortaleza, toda la que quería ser su amiga tenía que ceder ante ella. Y muchas lo hacían. Tenía espíritu de líder le gustaba ordenar pero no era injusta, nunca intentó que nadie hiciera algo que no quisiera o que la humillara. A pesar de que siempre demostraba ser muy fuerte era una chica extremadamente sensible. Sólo Alicia sabía ese secreto, no necesitó que se lo contara, Alicia supo notar que cada vez que algo realmente le afectaba intentaba demostrar que no necesitaba de nadie y si tenía que herir a alguien para demostrar que nada le importaba lo hacía, le gustaba que la respetaran. Pensaba que el flaquear delante de alguien haría que le perdieran el respeto. Detestaba la gente sumisa, pero se rodeaba de ella porque era con quienes nunca tendría problemas, no le gustaba depender de nadie. Desde niña fue quien tomó la batuta en esa amistad, solía defenderse sola y defender a su amiga Alicia, hasta cuando estaban peleadas lo hacía pero seguía en su obstinada labor de aplicarle la ley del hielo. Era orgullosa y caprichosa, nunca daba su brazo a torcer, siempre se amistaban porque Alicia empezaba a hablarle nuevamente, pero quería a Alicia como a una hermana, no dejaba que nadie que no fuera ella la maltratara, sufría cuando algo le ocurría. La vez en que Alicia tuvo Sarampión y faltó por un mes a la escuela, Manuela se enfermó, al principio de la tristeza de hallarse sola en los recreos porque no quería hablarse con nadie más que no fuera Alicia, luego también de Sarampión. Cuando Alicia regresó fue Alicia quien se enfermó otra vez, hasta que regresaron juntas al colegio. Los maestros andaban preocupados por ese fuerte lazo que habían desarrollado y sus padres empezaron a preocuparse más cuando ni la secundaria ni los novios que tuvieron las separó.
Era la última noche que se verían, era la primera vez que las habían matriculado en academias separadas y tomarían rumbos distintos, para cualquier otra pareja de amigas esto habría sido una tontería, pero para ellas era algo inconcebible, ni siquiera las hermanas pasaban tanto tiempo juntas como ellas, sus familias solían decirles “las siamesas” y a ellas eso les agradaba, preferían pasar más tiempo una con la otra que con sus novios lo que les traía problemas con ellos, querían salir juntas y ellos querían tiempo a solas. Cuando Alicia tuvo su primer novio Manuela tuvo que aceptar a alguien a quien no quería para poder salir los cuatro y no alejarse de ella. El problema que tenían era muy singular, sólo se presentaba entre los gemelos, pero ellas habían crecido tan unidas como los gemelos y si no fueron gemelas fue por un error de la naturaleza. Fueron fecundadas casi a la par, nacieron en el mismo hospital, el mismo día y en la misma habitación, allí sus padres se conocieron y descubrieron que eran vecinos, estuvieron una al lado de la otra en la incubadora, sus padres solían visitarse y ellas aún recién nacidas dormían siempre juntas, a veces la amamantaba la madre equivocada y se acostumbraron tanto a su olor una de la otra que ya no podían dormir separadas así que toda la noche se la pasaban despiertas por la tarde dormían cuando ya se hallaban en la misma cuna. Siempre Manuela avanzaba con una semana de anticipación, dejó los pañales una semana antes que Alicia, se destetó una semana antes, empezó a caminar una semana antes, dijo su primera palabra una semana antes, luego empezaron a ponerse a la par, celebraban los cumpleaños juntas pasaban la navidad y el año nuevo juntas hasta cuando se iban de vacaciones sus papás se ponían de acuerdo para que la pasaran juntas, al fin y al cabo eran sus vacaciones y tenían que disfrutarla. Sólo una vez Alicia tomó ventaja, tuvo su primer enamorado antes, a la siguiente semana Manuela tuvo el suyo.
Ahora iban a extrañarse, no sabían cómo sobrevivirían la una sin la otra. Pero Manuela sufría más porque ella ya sabía lo que pasaría, sus padres acababan de darle la noticia, por todo lo que ocurría en la ciudad y el peligro que significaba para ella, habían decidido mudarse “que tan lejos podrías ir en esta pequeña ciudad, a cualquier lugar donde vayas yo estaré contigo”escuchaba una y otra vez en su cabeza, pero no se mudaría dentro de la ciudad ni siquiera se mudaría dentro del país, se irían a vivir a Italia. Manuela era hija única de familia acomodada, sus padres aunque eran nacidos en el Perú tenían origen Europeo, un día quisieron pasar una temporada lejos de todos en una ciudad pequeña y los sorprendió la noticia de la llegada de Manuela, decidieron esperar hasta que nazca, luego esperaron hasta que crezca y empiece a desligarse de Alicia, luego entró al colegio y pensaron esperar hasta que termine la primaria y así hasta que terminó la secundaria, habían esperado tanto el momento de irse con los demás familiares y que mejor tiempo que ahora, que Manuela empezaría una nueva vida en nuevas escuelas o universidades y que se había desatado toda esta situación tan peligrosa en la ciudad, era tiempo de irse.
Por su parte Alicia no lograba entender la actitud de Manuela, porqué dejaba pasar su último día juntas, se moría por pasar todo el tiempo con ella pero decidió una vez más no acercarse a ella por miedo a su rechazo y dejar pasar un poco más de tiempo, algo de lo que se arrepentiría toda su vida.
La ciudad era muy pequeña y relativamente tranquila, estaba situada junto al mar, allí el tiempo nunca pasaba, los habitantes iban y venían pero nunca la olvidaban. Era como una madre de las de antaño, tenía a los hijos, los cuidaba y cuando llegaban a la mayoría de edad los arrojaba de su seno o huían de ella porque jamás cambiaba y no podían soportarla más, pero continuaba siendo el gran amor de sus vidas y de cuando en cuando se daban un tiempito para ir a visitarla. El murmullo del mar era lo que le daba una paz infinita al lugar y un tedio terrible a los que no tenían oportunidad de nada más que oír el mar. La paz es algo que siempre se busca pero cuando está presente cualquier motivo es bueno para alejarla.
Un buen día, o tal vez un malísimo día, se instaló una fábrica en la ciudad, fue algo que mantuvo alborotado a todos, al fin saldrían de aquella rutina, una fábrica tal vez hiciera crecer a “la madre”. Pero, nadie la haría cambiar, ella siempre sería la misma ciudad antigua a donde el “progreso” no llegaría y constantemente terminaría arrojando a los huéspedes indeseables. Anteriormente llegó un empresario que instaló muchos negocios y convirtió a la zona, por unas semanas, en una feria, todos salían por la noche porque en muchas calles las luces de neón iluminaba más que un poste de alumbrado público y daban sensación de seguridad. Las mamás dejaron de lado a sus hijos por salir a pobrar suerte en los tragamonedas, los hijos no conversaban con sus padres porque pasaban mucho tiempo en los nuevos negocios junto con sus amigos, los esposos descuidaron su hogar por pasarse tomando unas copas después del trabajo. Uno de los negocios más exitosos fue una dulcería. Allí se reunían jóvenes, familias, parejas, tenía de todo, se convirtió en un lugar ameno pero tuvieron la mala suerte de cometer el primer error, un error que le costó caro al propietario porque tuvo que retirarse de la ciudad con todos sus negocios. El lugar era completamente higiénico y de eso se cuidaban mucho, tanto que siempre tenían un pequeño pero poderoso sobre de insecticida que echaban en todos los bordes del local antes de retirarse y que limpiaban cuidadosamente al empezar el día, solían guardarlo en una repisa especial. Un día festivo tuvieron que permanecer con el local abierto por más tiempo, la empleada que se encontraba ya con el sobre en la mano, al ver a los clientes ingresar con el permiso del dueño, lo colocó al filo de una repisa que se hallaba justo arriba de una fuente de mazamorra, tan mal dobló el sobre que cuando fue a atender a los consumidores poco a poco se fue abriendo y cayendo en la fuente, comieron tres familias de aquel eficaz veneno, cuando empezaron a convulsionar aún nadie podía entender el porqué, al darse cuenta la empleada de lo que había ocurrido no perdieron ni un minuto para abandonar el lugar, los ciudadanos eran personas muy despiadadas cuando algo les pasaba a los suyos.
En esta ocasión ocurrió lo mismo, la fábrica había tenido gran acogida, llevaba un mes de instalada y aún nadie se percataba del daño que hacían arrojando los residuos químicos al mar, estaban maravillados con las actividades que organizaban para atraer a la gente y vender la marca de sus productos. Todos querían conocer la industria y se realizó un tour para todos los colegios, los niños salían maravillados al conocer tantas cosas. Los colegios más prestigiosos entraban sin tanto trámite, a los colegios más indigentes les era un poco difícil. Hasta que un día una directora lo consiguió, logró que le permitieran pasar con 50 niños de todo el colegio y llevó consigo a 50 niños con las notas más altas, fue el premio que el centro educativo les otorgó, aunque luego ellos hubieran preferido no ser recompensados.
Así, se fueron niños entre 6 y 16 años del colegio con menos recursos que hubo en la ciudad, a conocer la única fábrica que existía en el lugar. Pero nadie adivinó la tragedia que ocurriría por un pequeño descuido, por sólo unos segundos de distracción y porque 50 niños tuvieron la mala suerte de haber nacido pobres.
Los empleados de la fábrica, a diferencia de otras veces, tenían órdenes de permitir que los niños permanezcan sólo unos minutos dando un recorrido rápido por la fábrica pero sin guía, así que continuaron su labor de todos los días, pero cometieron el gran error de continuar, imaginando que no había nadie en la fábrica y cuando menos pensaron, mientras los niños estaban en la plataforma mirando los brazos mecánicos que limpiaban los productos agrícolas antes de su transformación, alguien activó todo para empezar a calentar la maquinaria. Lo que allí se vio fue realmente espantoso, nadie salió ileso de aquellos segundos de tortura pero lamentablemente para todos los agraviados, nadie murió.
Los propietarios de aquella fábrica dejaron unas migajas para todas las víctimas y nunca más se supo de ellos, sólo que cada día el local se envejecía igual que la ciudad.
Los días pasaron y Alicia había empezado sus cursos PRE universitarios, no tenía tiempo para nada, sólo esperaba que la casualidad la encontrara con Manuela y sabría que volverían a hablarse como siempre que se extrañaban, pero claro Alicia tendría que dar el primer paso y si Manuela sonreía podría continuar. Manuela no iba a clases porque era en vano, ya sus tías la habían matriculado en Italia y la estaban esperando, sólo estaban terminando de hacer los trámites para salir del país. “Manu”, como la llamaba Alicia, necesitaba ver a su amiga pero no cedería, era ella quien debía estar allí. Y en sus obstinados pensamientos se quedó hasta que llegó el día de la partida, partió con el resentimiento más grande que se puede sentir hacia alguien, creía que a Alicia no le importaba que ella se fuera y para ella era mejor no verla nunca más. Se despidió en silencio mirando la casa de su “Licha”, como solía decirle y se vio a sí misma de niña jugando en el jardín con ella, cantando "pimpón es un muñeco gracioso y juguetón se lava la carita con agua y con jabón" la última canción que le habían enseñado ese día en la escuela. Volvió de sus recuerdos y regresó la joven de 16 años que se iba para siempre de la ciudad. Sin querer dejó olvidada a Antonieta, su muñeca de la infancia.
Los padres de Alicia no le contaron sobre la partida de Manuela por miedo a la despedida “será mejor así” decían “ahora está distraída en sus estudios y en sus nuevos amigos poco a poco se olvidará de todo”. Pero Alicia no dejaba de pensar en ella, habían pasado ya dos meses desde su partida y ella sentía un dolor que la asfixiaba, no soportó más y un día se acercó a su casa, pero al querer tocar la puerta vio algo extraño y más fue su sorpresa cuando le abrió un hombre totalmente desconocido “se encuentra Manuela” tartamudeó, “aquí no vive ninguna Manuela” obtuvo como respuesta. Se retiró lentamente cavilando en qué momento pudo haber cambiado todo y recordó que Manuela le había dicho que se mudarían, se tranquilizó pensando que tal vez estuvo muy ocupada con lo de la mudanza y sus estudios por lo cual no se habían podido ver y que también ella estuvo muy ocupada con sus estudios y por eso no se dio cuenta de la mudanza, pero ahora tenía un gran pretexto para ir a verla y pedirle disculpas, fue corriendo a casa a pedirle la dirección a su mamá, ella debía saber donde habían ido. Allí Alicia se enteró de todo lo que había ocurrido, quedó perpleja y con un sabor amargo en la boca, ¿por qué todos habían decidido traicionarla? se preguntaba, ¿por qué Manuela le había hecho esto?, ¿cómo pudo irse sin despedirse?, ¿no la quería?, ¿no le interesaba?. Su madre quien presenciaba su mutismo le dio a Antonieta “toma, la dejó olvidada en el jardín” dijo. Alicia la tomó se fue a su cuarto y allí siguió observando a la muñeca, sus recuerdos empezaron a surgir. Se hallaba en su habitación con Manu y peleaban por la muñeca que habían encontrado en un parque, no sabían cómo repartirla, Manuela no quería ceder la muñeca y aquella vez Alicia se había encaprichado con ella, ninguna de las dos cedía, hasta que de tanto tirar decapitaron a la triste y sucia muñeca, las dos cayeron al piso cada una con una parte de la muñeca, se miraron con odio y luego empezaron a reír a carcajadas porque justo un día antes el padre de Licha les había contado la historia de la Revolución Francesa y decidieron ponerle Maria Antonieta, Manuela se llevó el cuerpo y Alicia tenía la cabeza. Despertó de sus recuerdos, lentamente fue hasta el armario y sacó la cabeza de la muñeca, decidió no llorar porque no valía la pena y con un profundo rencor cerró aquel largo capítulo de su vida.
Los años pasaron y cada cual hizo su vida lo mejor que pudo, se prohibían los recuerdos de cada una, les dolía más de lo que querían aceptar. Manuela dejó la carrera de Medicina y tomó un curso de Teleoperadora, Alicia nunca llegó a ser enfermera, postuló a la carrera de Educación Inicial, cada cual se desempeñó lo mejor que pudo. Hasta que les llegó la edad del matrimonio, Alicia se casó, llegó a los 40 años y no tuvo hijos, vivía feliz con los niños a los que les dedicaba la vida entera junto con su esposo en una ciudad más grande. Manuela se casó y regresó al Perú, ya no a su ciudad de origen porque decía que allí ya no tenía nada que hacer sin sus padres, tuvo dos hijos a los que les dedicó todo su tiempo dejando su vida laboral a un lado.
El ultimo niño de Manuela cumplía 5 años, al siguiente día empezaba la escuela y su madre estaba emocionada y triste porque no sabía quien estaría a cargo de su último retoño, el pequeño estaba emocionado y triste porque tendría q dejar a su mamá sola en casa. Pensando en como sería su primer día de escuela, Rubencito se acostó hasta el otro día. A la mañana siguiente Manuela misma lo llevó a la escuela y lo dejó en su aula, aguardó unos minutos para conocer al maestro que se encargaría de Rubén, pero para su sorpresa entró una profesora, quien se presentó ante los padres de familia y explicó porqué el cambio repentino de tutor “Soy la maestra Alicia y cubriré el puesto del profesor Matías quien se haya con descanso médico. Se reincorporará a mitad de año pero con otro grupo”, Manuela se quedó sorprendida, no podía ser ella, no quería que fuera ella, no quería tener que verla todos los días después de tanto tiempo. Trató de no entablar comunicación con la maestra e intentó salir sin que la vieran, Alicia ya la había reconocido y estaba igual de desconcertada. Salió de prisa y le dio el alcance “Manu” llamó, y Manu volvió la vista, la miró la saludó y siguió su camino. Alicia se quedó parada sin saber qué hacer, nunca intentaba más de lo que Manuela le permitía, no se atrevió a intentar hablar con ella, pero pensó amargamente“Mañana le preguntaré porque se fue sin decirme nada”, pero Manuela nunca más volvió, al otro día su hijo fue retirado del colegio y los trámites los hizo su esposo. El resentimiento entre ellas continuó y nunca más pudieron hablar.
Tiempo después, con canas en el cabello y arrugas en la piel, se cruzaron nuevamente pero ya sin reconocerse, aunque algo instintivo las hizo volver la vista pero ambas dijeron mentalmente “No puede ser” y continuaron su camino.