Todos los días me levanto en el mismo lugar, salgo por la misma puerta y llego al mismo sitio, hablo con las mismas personas y espero horas de horas hasta que nuevamente salgo de allí y llegó a la misma casa, entro y me acuesto en el mismo lugar, para volver a levantarme otra vez a hacer lo mismo. Pero hoy decidí cambiar la rutina.
Salí muy temprano por la ventana trasera con una mochila donde llevaba algunos trapos, caminé en sentido contrario al que seguía todos los días, no tenía rumbo pero algo instintivo me llevaba a caminar raudamente como si conociera el camino.
Grande fue mi sorpresa al ver a lo lejos lo que era una especie de río rodeado de árboles. Vacilé, pues tan cerca de la ciudad era imposible hallar un río, pero la curiosidad pudo más que yo y caminé presurosa y con el corazón en la boca por la ansiedad que sentía al ver algo tan fuera de lo común. El camino no era tan corto como se veía y pasé horas caminando y nunca llegaba a mi destino, parecía no avanzar nunca, por lo tanto empecé a creer que se trataba de uno de mis tantos sueños en qué veía algo que me gustaba y nunca podía llegar a él. Me senté en la vereda y me recosté, había poca gente en las calles.
Al cabo de unos quince minutos, me percaté que había dormido recostada en la vereda y caí en la cuenta de la locura que había cometido. Decidí dar media vuelta, volver y llamar al trabajo para reportarme como enferma. Sin embargo seguía viendo ese río rodeado de árboles, pero una sonora risa llamó mi atención.
- “Si puedo oír risas no debo estar lejos del río”- pensé.
Corrí dispuesta a llegar a ese lugar como si de ello dependiera mi vida. Sólo tuve que avanzar dos cuadras.
Cuando llegué allí, vi un caballito con cuerno que pastaba, tuve la impresión que lo conocía de algún lugar y hasta me pareció natural su color azul. Me apuré a buscar a la persona que reía tan alegremente, pero no podía ver a nadie. Caminé un poco más y echado entre la sombra de dos árboles encontré a un persona muy delgada, extremadamente delgada, que de no ser porque estaba tarareando algo, no me hubiera percatado que estaba allí.
- Hola -le dije, un poco asustada pensando que se trataba de algún vago.
- Hola -me dijo poniéndose de pie.
- ¿Qué tarareas?, es una melodía muy linda.
- Un poco de mi vida -me respondió bajando la mirada.
- “Qué hombre tan raro” -pensé y sentí nuevamente temor -Pero parece que yo la conozco -dije tímidamente.
- ¿Te parece? -contestó muy entusiasmado.
- Estoy casi segura, de que la conozco pero no puedo recordar la letra -dije con más confianza al ver sus ojos.
- ¿La letra? Jajaja no creo que puedas recordar la letra, tal vez sólo la primera parte.
- ¿Por qué?
- Porque es la melodía de mi vida y aún no he acabado.
- Eso me sonó poético, pero es imposible.
- Hummmm ¿Cómo puede entusiasmarte lo poético y creer que algo es imposible?
- Me gusta lo que dices pero mi lógica sabe que es imposible y abstracto lo que dices.
- La lógica no es poética. Lo abstracto existe en la poesía. La lógica no.
- Tienes razón, pero de poesía no se vive.
- Y de la lógica tampoco. Dígamos que mantiene a los muertos en pie.
- Todo se me hace familiar y algo en mí me dice que es como dices, pero hay otra parte que no me deja creerte.
- ¿Me creerías si te digo que estuviste antes por acá?
- Sigues siendo ilógico
- Y tú sigues siendo una muerta en pie. ¿Puedes explicarme porqué todo se te hace tan conocido y familiar?
- No, y no puedo negar que algo se me hace familiar pero…
- ¡¡¡Oh no!!! mi unicornio
Recién me percataba que se trataba de un unicornio, me quedé un poco pasmada al ver a mi delgado amigo sentarse a mirar el río con una profunda tristeza. Me acerqué a él.
- Perdóname- le dije- te distraje, fue mi culpa, se fue por mi culpa.
- No, fue la mía, me distraje contigo y lo descuidé, creo que estoy a punto de terminar la melodía de mi vida.
- Quieres decir qué…
- Ese unicornio era muy importante para mí, y mi vida está por acabar sin él, pero sin él tampoco la puedo terminar.
- Te ayudaré a encontrarlo- dije muy mortificada y apenada.
- Es imprescindible para mí, no importa ya la canción, las canciones nacen solas. Los recuerdos no.
- Las canciones nacen solas, los recuerdos no- me repetí.
- ¿Entiendes?.
- Entiendo -repetí, empezando a creer.
- Tú recuerdas algo que pasó hace tiempo, porqué viviste algo. Los recuerdos no nacen solos
- “Mi unicornio azul ayer se me perdió…” lo recordé, esa es la canción que tarareabas.
- Esa canción acaba de nacer otra vez.
Así, poco a poco fui recordando que alguna vez pertenecí allí, pero no podía entender cómo y porque ahora me encontraba del otro lado, pero cada día que pasaba sentía que volvía a mí y esa sensación tan dolorosamente vacía que tenía antes de llegar allí había desaparecido, me pasaba horas de horas conversando con cualquiera que se acercara al río, mi delgado amigo llegaba casi siempre, todos los días con una nueva esperanza de que su unicornio volvería.
Un día llegó un personaje un poco retraído y se sentó junto al río tapándome la vista a la hermosa puesta de sol que estaba ocurriendo en ese instante, mi mirada clavada en su nuca hizo que volteara y me dijo:
- Mil disculpas reinita, no me percaté de tu presencia.
- Hola, ¿de dónde vienes?
- Pues, yo vengo de todos lados, bajo a los infiernos y subo al cielo casi siempre. Dígamos que no pertenezco a ninguno de los dos.
- Entonces estás en el Limbo
- Podría decirse que sí, pero ahora debo estar en el cielo, pues estoy viendo un angelito.
- ¿Por qué te ves tan triste?
- Porque me gustan las puestas de sol
- A mí me gustan las puestas de sol, ¿me veo triste también?
- Tal vez de perfil, un poco. Todos somos tristes en el fondo.
- A mí la tristeza me hace feliz.
- Qué razonable sueles ser a veces, ¿por qué te fuiste de acá?
- ¿Tú también me conociste?
- Yo te conozco por ti
- ¿Cómo era yo?
- Exactamente igual que ahora, pero más orientada. Aunque esa incertumbre tuya está cautivando a todos.
- ¿A todos?
- Hija mía, acá no ocurre nada sin que nosotros no lo sepamos, somos un grupo muy reducido.
- ¿Dónde están?, ¿Todos me conocen?
- Con tantas preguntas empiezas a recordarme a un pequeño y querido personaje que nunca dejaba de hacer preguntas, él cuidaba una rosa.
- Ohhhh yo recuerdo a ese personaje…
- Querida si piensas volver a casa será mejor que no recuerdes más.
- ¿Por qué?
- Serías muy infeliz cuando vuelvas, cuando lo sepas todo querrás quedarte pero no se podrá.
- ¿Por qué?, ¿me están echando de aquí?
- Si fuera necesario te echaríamos, yo te tomaría del brazo y te empujaría con esa tonta mochila con la que entraste, tú te irías muy triste y yo te miraría con desprecio, pero al dar la vuelta sólo mi corazón sabe lo que sentiría. Seguramente me encerraría a hacerte una canción.
- Y si te da pena echarme ¿porque lo harías?
- Por qué ya no puedes volver, tal vez visitarnos de vez en cuando hasta que desaparezcamos de tus recuerdos.
- No quiero que desaparezcan de mis recuerdos.
- Para nosotros sería más difícil aún. Tengo que irme, el sol ya se fue.
Un día recordé dónde vivía y recordé que mi familia debía estar muy preocupada, que había faltado tanto al trabajo que tal vez me echarían. Y empezaron las preocupaciones.
- Llegó el día- dijo tristemente mi delgado amigo.
- ¿Sabías que esto pasaría?
- Siempre, así nos dejaste la primera vez.
- Entonces no me iré
- Tienes que hacerlo, volverás luego y ya no habrá más esas preocupaciones, no debiste volver ahora.
- ¿Qué quieres decir?
- Te esperábamos, pero al ver tu mochila nos dimos cuenta que era no el momento, cuando vuelvas no necesitarás nada de eso. Y encontrarás nuevamente al unicornio.
- Pero, ¿por qué dices eso?
- No hagas tantas preguntas, sólo confórmate con saber que a pesar de tu mundo sigues siendo especial.
La palabra “especial” me hizo sentir bien. Me llenó de buenos augurios y partí con la esperanza de volver. Decidí no mirar atrás para no deprimirme y caminé hasta la avenida. A los minutos de caminar me alcanzó mi hermana corriendo y me dijo: “¿A dónde vas?, tienes que trabajar. Ya compré el pan para el desayuno. ¡Apúrate! Mi mamá nos espera”.
Me di cuenta que el tiempo no había pasado, allá en el otro lugar nunca corría el tiempo. Yo sólo esperaba que alguien haya podido encontrar su unicornio.
ooooooooooooooooooooo00000oooooooooooooooooooo
- Tal vez algún día mi unicornio regrese. Y ella vuelva amnésica e invente nuevamente la misma canción.
- Por lo menos sabes que está acá, ella ya no está.
- Pero va a volver.
- Sabes que eso podría no ser cierto.
- Déjame creerlo, extraño su presencia cerca al río.
- Yo extraño su ingenuidad, ojalá algún día vuelva.
- “Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo, ojalá que la luna pueda salir sin ti…”
- ¡Caramba! Pero esa canción nunca la iba a recordar.
miércoles, agosto 16, 2006
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