Corriendo y corriendo piensa si no sería más sano detenerse. Si no debiera hacer las cosas más lentas pero a la vez más seguras. No sabe cómo empezó pero cree que ya no puede detenerse. Corre como alma que lleva el diablo, salta las bolsas de basuras que encuentra regada por las calles, choca contra los transeúntes quienes se paran a verlo correr entre asombrados y asustados. Al fin llega a un callejón sucio donde en cada puerta hay una mujer esperando por él, lo llaman, lo incitan, se siente tentado, pero tiene una dirección que buscar: “C56” decía el pedazo de papel arrugado y empapado de sudor. Trataba de ubicarlo en el acto y acabar con todo, ya no podía retroceder, pudo haberlo hecho antes de llegar hasta allí, pero ahora lo esperaban, miraba por todos lados sin poder distinguir los números, mientras mujeres gordas lo llamaban para que pasara hacia otras puertas.
Todo había empezado unos meses atrás, cuando Ricardo entró al maravilloso mundo del Chat. Había salido de vacaciones en la universidad y esta vez quiso descansar y no trabajar como cada fin ciclo, tenía dinero ahorrado y le permitía darse ese gusto, hasta pudo comprarse una computadora e instalar Internet en su casa para disfrutar su descanso cómo es debido. Compartía el departamento con tres jóvenes, pero se trataban muy poco, Ricardo casi no tenía tiempo para nada y con su nueva computadora se aisló aún más.
Se pasaba horas y horas en su habitación conociendo gente por el Chat, hasta que un día entró a la sala “Princesita del espacio” y lo saludó.
“Comandante cibernético”, que era el alias de Ricardo en el Chat, quedó impactado con el nombre sin saber porqué. Conversaron de forma privada y se dieron cuenta que tenían muchas cosas en común.
“Princesita del espacio” siempre lo dejada “colgado” con una última frase “mañana será otro día y podremos hablar de nuevas cosas” y desaparecía de la sala. Ricardo se quedaba sorprendido y como nunca fijaban un horario, se pasaba todo el día con el ordenador encendido esperando la alerta que indicaba que “ella” había ingresado.
Princesita del espacio dice: ¿Hola me esperaste por mucho tiempo?
Comandante cibernético dice: Sólo desde que te fuiste la última vez
Princesita del espacio dice: Qué tierno eres, cuéntame de ti
Comandante cibernético dice: No soy nada interesante, estudio administración pero ahora estoy de vacaciones este es mi último año, pero tú pareces ser más atrayente, háblame de ti
Princesita del espacio dice: Yo soy sólo una chica que pasa mucho tiempo sola, ¿qué podría decir de atractivo?
Princesita del espacio dice: Sin embargo tú eres un universitario, debes tener mucho mundo
Comandante cibernético dice: No creas, yo también paso mucho tiempo solo y haciendo cosas nada interesantes, sólo trabajo entre números.
Princesita del espacio dice: Mañana será otro día y podremos hablar de nuevas cosas.
Princesita del espacio ha abandonado la sala
Comandante cibernético dice: Espera no te vayas
Era muy tarde “ella” le había hecho lo mismo otra vez.
Todo el día pensaba en lo extraño que le resultaba ese medio, parecía como un alma al cual sentía de vez en cuando y no podía ver. Cómo aquella conversación había tenido muchas otras en las que sentía que se conocían más pero no llegaban a intimar.
Se disponía a acostarse cuando sonó la alerta, corrió al monitor y vio:
Princesita del espacio acaba de entrar en la sala
Princesita del espacio dice: ¿Estás ahí? Perdóname que te moleste, por favor dime si estás allí
Comandante cibernético dice: Sí, ¿qué te pasa Princesita?
Princesita del espacio dice: No lo sé, estoy llorando y no puedo parar
Comandante cibernético dice: ¿Por qué? ¿Qué te ha ocurrido?
Princesita del espacio dice: Soy una tonta
Comandante cibernético dice: No digas eso por favor y cuéntame ¿qué te ha ocurrido?
Princesita del espacio dice: No me digas nada sólo déjame escribir
Comandante cibernético dice: Está bien
Princesita del espacio dice: Soy una tonta por sentir estas cosas y llorar de esta manera
Princesita del espacio dice: Un día entré al Chat muy triste buscando un amigo, y este medio me pareció el mejor..
Princesita del espacio dice: sin que nadie me conozca, ni sepa quien soy…
Princesita del espacio dice: Y te hallé a ti que estabas igual de perdido y tuvimos una linda conversación, pero pensé que allí quedaría
Princesita del espacio dice: Pero cada día, cuando esperaba un nuevo amigo, te encontraba allí por mí, esperándome…
Princesita del espacio dice: Y cada día era igual y empezó a gustarme la idea y luego fui yo la que ya no pude dejar de venir
Comandante cibernético dice: Te quiero
Princesita del espacio dice: Ni siquiera sé en qué lugar del mundo estarás, ni cómo eres, pero también te quiero
Comandante cibernético dice: Quiero verte, quiero conocerte, estoy enamorado, ahora más con todo lo que me has dicho
Princesita del espacio dice: Cuando te diga lo que soy, ya no me querrás
Comandante cibernético dice: No me he enamorado de tu físico me he enamorado de tu alma, ¿qué podrías decirme que no me guste de ti?
Princesita del espacio dice: Júrame que vendrás a verme
Comandante cibernético dice: Te lo juro, ¿dime dónde estás?
Princesita del espacio dice: Calle Los Corales 152 casa C56 – Lima - Perú
Comandante cibernético dice: Estamos muy cerca podría ir ahora mismo si quisieras.
Princesita del espacio dice: ¿En serio eres de acá? ¿Alguna vez has caminado por allí?
Comandante cibernético dice: La verdad es que no salgo mucho, pero puedo tomar un taxi y llegar
Princesita del espacio dice: ¿Vendrás por mí aunque te diga quién soy?
Comandante cibernético dice: Iría por ti aunque te faltarán los brazos y las piernas y sería tu esclavo toda la vida
Princesita del espacio dice: Entonces déjame decírtelo antes de que vengas
Princesita del espacio dice: Desde que era niña vivo acá y mi madre trabajó acá para mantenernos, ella falleció hace seis meses y yo tuve que tomar su lugar para sobrevivir, he intentado salir de aquí, pero no he tenido mucha suerte…
Princesita del espacio dice: Soy prostituta
Comandante cibernético dice: -------------------
Princesita del espacio dice: Comprendo si no quieres responder
Comandante cibernético dice: No, eso no me importa. Yo te ayudaré a salir de esto, viviremos juntos te ayudaré a conseguir un trabajo y viviremos felices, ayudándonos mutuamente
Princesita del espacio dice: ¿De verdad harías todo eso por mí?
Comandante cibernético dice: Te quiero y haré lo que sea, en estos momentos voy por ti
Princesita del espacio dice: Te esperaré con mis maletas listas, no puedo creer que existan príncipes en el ciberespacio.
Comandante cibernético dice: Ni yo que existan las princesas
Comandante cibernético ha abandonado la sala
Princesita del espacio dice: Mañana será otro día y podremos hablar de nuevas cosas
Apuntó la dirección en un trozo de papel y lo estrujó en su puño, se dio cuenta que la calle quedaba más cerca de lo que creía y corrió y corrió hasta llegar allá.
Ahora se encuentra en medio de la calle, confundido, dubitativo, no sabe si precipitó las cosas por miedo a quedar como un canalla. Sólo siente que aquel amor que lo llevó corriendo hasta allá se fue desvaneciendo en el camino y sólo le queda incertidumbre.
Ricardo, piensa que es demasiado tarde y tiene que continuar, aunque… aún no es tan tarde, ella no sabe nada de él, no sabe dónde ubicarlo, ni siquiera sabe su nombre.
Decide salir pronto de allí, cruza la calle rápidamente y deja atrás a aquellas gordas de faldas diminutas y maquillaje exagerado, no mira a ningún lado, antes de salir del callejón le parece ver que alguien se para a esperarlo pero él sigue de frente, no hay tiempo de averiguar, toma un taxi y regresa a casa.
A las dos horas en el mismo callejón, una vieja con un lunar pintado sobre la boca grita:
- “¿Aún crees que vendrá?, los príncipes no existen por eso todas estamos acá”
- Sí vendrá, él lo prometió – contesta una linda jovencita sentada en las gradas con una maleta al lado.
- ¡Ay pequeña! Con tu rostro y tu físico podrías ganar lo suficiente para retirarte y vivir una vida digna, no existen los príncipes que llegan al rescate. Hay que saber cómo ayudarnos, estamos solas en el mundo – continuó la vieja
- Yo no quiero hacer esto, conocí a alguien maravilloso y él me ayudará. Yo sé que vendrá él lo prometió- suspiró la joven.
La señora, ya harta de tanta tontería y un poco compadecida exclamó:
- La pobre aún no entiende que la promesa de un hombre, sólo sirve para hundir más a la mujer. Por la promesa sin cumplir de un hombre es que todas estamos acá.
- Claro, a mí me prometieron una vida feliz con muchos hijos, y sólo obtuve a los hijos y ahora tengo que hacer esto para mantenerlos- comentó otra señora que estaba con un vestido rojo.
Y así continuaron recordando sus malas vivencias. Mientras las horas pasaban y Princesita del espacio seguía esperando a su Comandante cibernético sentada en la grada y cerrando los oídos para seguir creyendo en una promesa rota desde hacía algunas horas.
martes, febrero 07, 2006
lunes, febrero 06, 2006
Mi otra vida
Dicen que uno debe tener mucho cuidado con lo que desea, y parece ser cierto.
Yo fui una persona que vivió en una familia extremadamente egoísta, dónde cada cual se anteponía a los demás: era un caos.
Tuve todo lo que cualquier chico hubiera deseado, y me convertí en un patán.
A la imagen y semejanza del ceno familiar, nunca me ocupé de nadie excepto de mí,
Ya entrado en años y al verme tan solo, sin una sola mujer que viera algo bueno en mí, me di cuenta que me había vuelto una bestia, que no tenía sentimientos y no me interesaba nada excepto acostarme con alguien y luego dejarlas.
Cuando me exigían sentimientos, les daba todo lo material para que olvidaran esa ridiculez, les compraba ropa, joyas y les hacía miles de regalos e invitaciones.
A alguna, con la que quise quedarme para no tener que estar variando de mujer cada mes, le compré una bella casa para que viviera feliz recibiendo mis visitas esporádicas. Pero eso no la contentaba, sólo le hacía feliz verme.
Allí comprendí que la mujer es un raro fenómeno en la tierra, me di cuenta que debía ser maravilloso ser feliz con algo tan simple y que no costaba nada. Pues gasté un dineral intentando que olvide que no la quería, sin embargo ella decía quererme tanto que no le importaba lo demás.
Por eso cuando cumplí los setenta y no tuve a nadie a mi lado, sólo el recuerdo de aquella dulce criatura a la que maltraté, deseé no haber tenido la familia que tuve, ni haber sido el hombre que fui, más bien quise ser como una dulce, tierna y sensible mujer que no necesitaba nada más que una sonrisa para ser feliz, quise que las cosas me hayan costado mi sudor y así poder apreciarlas, quise que alguien me hubiera dado su tiempo y su cariño para saber que eso es mucho más valioso que el dinero. Pero ya estaba viejo, la única manera en qué podía haber pasado aquello era empezando de nuevo, poco a poco me fui acabando y la soledad de la vejez fue mi estocada final.
Y, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea. Empecé de nuevo. Volví a nacer.
Ahora soy una dulce chica, que nació de una familia muy humilde a la que siempre le faltó todo excepto el amor y la comprensión, me cuesta mucho conseguir las cosas y cuando logro algo aunque sea muy pequeño me siento muy orgullosa, tengo gente muy buena a mi lado, que me quiere y me estima mucho.
Sin embargo ahora me siento débil, me gustaría tener la fuerza suficiente para luchar contra aquellos opresores de gente como nosotros. Me gustaría no tener que pensar tanto en los demás para no tener escrúpulos y no sufrir.
Cada día envejezco como una más, y aunque tal vez ahora no he hecho tanto a daño a los demás como en mi otra vida, tampoco he hecho nada bueno por nadie, y estoy muriendo poco a poco una vez más. Sola otra vez, con los recuerdos de aquella gente que me quiso tanto. Sólo me queda desear no volver a vivir esta vida y ojalá se cumplan este deseo también.
Yo fui una persona que vivió en una familia extremadamente egoísta, dónde cada cual se anteponía a los demás: era un caos.
Tuve todo lo que cualquier chico hubiera deseado, y me convertí en un patán.
A la imagen y semejanza del ceno familiar, nunca me ocupé de nadie excepto de mí,
Ya entrado en años y al verme tan solo, sin una sola mujer que viera algo bueno en mí, me di cuenta que me había vuelto una bestia, que no tenía sentimientos y no me interesaba nada excepto acostarme con alguien y luego dejarlas.
Cuando me exigían sentimientos, les daba todo lo material para que olvidaran esa ridiculez, les compraba ropa, joyas y les hacía miles de regalos e invitaciones.
A alguna, con la que quise quedarme para no tener que estar variando de mujer cada mes, le compré una bella casa para que viviera feliz recibiendo mis visitas esporádicas. Pero eso no la contentaba, sólo le hacía feliz verme.
Allí comprendí que la mujer es un raro fenómeno en la tierra, me di cuenta que debía ser maravilloso ser feliz con algo tan simple y que no costaba nada. Pues gasté un dineral intentando que olvide que no la quería, sin embargo ella decía quererme tanto que no le importaba lo demás.
Por eso cuando cumplí los setenta y no tuve a nadie a mi lado, sólo el recuerdo de aquella dulce criatura a la que maltraté, deseé no haber tenido la familia que tuve, ni haber sido el hombre que fui, más bien quise ser como una dulce, tierna y sensible mujer que no necesitaba nada más que una sonrisa para ser feliz, quise que las cosas me hayan costado mi sudor y así poder apreciarlas, quise que alguien me hubiera dado su tiempo y su cariño para saber que eso es mucho más valioso que el dinero. Pero ya estaba viejo, la única manera en qué podía haber pasado aquello era empezando de nuevo, poco a poco me fui acabando y la soledad de la vejez fue mi estocada final.
Y, hay que tener mucho cuidado con lo que se desea. Empecé de nuevo. Volví a nacer.
Ahora soy una dulce chica, que nació de una familia muy humilde a la que siempre le faltó todo excepto el amor y la comprensión, me cuesta mucho conseguir las cosas y cuando logro algo aunque sea muy pequeño me siento muy orgullosa, tengo gente muy buena a mi lado, que me quiere y me estima mucho.
Sin embargo ahora me siento débil, me gustaría tener la fuerza suficiente para luchar contra aquellos opresores de gente como nosotros. Me gustaría no tener que pensar tanto en los demás para no tener escrúpulos y no sufrir.
Cada día envejezco como una más, y aunque tal vez ahora no he hecho tanto a daño a los demás como en mi otra vida, tampoco he hecho nada bueno por nadie, y estoy muriendo poco a poco una vez más. Sola otra vez, con los recuerdos de aquella gente que me quiso tanto. Sólo me queda desear no volver a vivir esta vida y ojalá se cumplan este deseo también.
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