viernes, septiembre 01, 2006

Aquellos pequeños detalles

Cuando oyó el cerrar de la puerta abrió los ojos, “ella” ya se había ido. Odiaba que llegara a acariciarla en sus arranques de ternura, Mariel siempre pensó que era sólo falsedad, pero ellos no quería decir que no la quisiera, al contrario, a pesar de todo la quería y eso la hacía sentir mal.

Siempre creyó que “ella”, su madre, era la mejor del mundo, la que lograba las cosas imposibles la que tenía todas las repuestas, ahora que era más grande comprendía que es un ser humano como todos y que por desgracia era un ser humano cuyos defectos desprecia. Como si hubiera juntado lo que más odiaba la pequeña Mariel, como si lo hubiera hecho a propósito.

Se levantó de la cama y cogió un libro, “algún escribiré como él” pensó, estaba segura que tenía habilidades para la escritura, continuó leyendo la historia de aquel grupo de viajeros que se perdieron en el desierto, sólo le faltaba una página para terminar ese capítulo.
- Esta muchacha jamás hará nada por la vida, a cualquier lugar al que vaya la rechazarán, es una floja ¡inútil! – decía su madre en la cocina. Mariel estaba cansada de escuchar lo mismo, sobre todo porque sabía que su madre lo decía siempre que creía que ella dormía. Eso hacía que durmiera hasta más tarde y no se atreviera a hacer nada porque no quería que “ella” se sintiera triunfadora. Salió de su cuarto y saludó:
- Buenos días mamá
- Hola hijita ¿te sirvo tu desayuno?
- No, ¿qué hay para el pan?
- Mantequilla
- No quiero eso
- Te preparo otra cosa o voy a comprar si quieres
- Hummm, prepárame un huevo voy a ver televisión
- Ahora te lo llevo

Su relación estaba basada en hipocresías (a pesar de que la hipocresía era algo que ella desaprobaba) ella despreciando a su madre interiormente y su madre también a ella, pero conviviendo como si nada pasará.
La madre de Mariel nunca pensó tener una hija como ella, era todo lo que nunca quiso, no era afectuosa, buena, ni amable por el contrario era muy hostil con las personas y era tan pocas las que lograban agradarle, daba mucho que hablar con sus comportamientos y no soportaba el hecho que pudieran estar hablando del “cómo la habrá educado su madre”, no se sentía orgullosa de ella a veces hasta la avergonzaba. Pero la amaba porque era su hija.
Mariel por su parte cada vez sentía más rechazo por su madre, era el típico ejemplo de lo que no quería ser: una mujer sin carácter, dominada por un hombre, que vivía preocupada por el qué dirán y ofreciéndole migajas a los pobres en “acto caritativo”, tan pegadas a las normas sociales. Sin embargo, a pesar de ello estaba dispuesta a dar lo que sea por su madre.Como todos los días esperó lerdamente la hora en que tuviera que irse, aunque sólo sea unas horas, a un mundo lleno de imperfección que no la hacía sentir mal por no ser suyo. Y marchó, y mientras marchaba pensaba que a una madre, al igual que a la patria, se la ama no por ser la mejor sino por ser de uno. Y volvió a vivir.